Manu Velasco: "La escuela no es un parking de niños"
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Para mí ha sido un proceso especial y un tanto complicado. No he querido escribir ni una sola frase que no llegue a lo más profundo del lector, que no le haga reflexionar o pensar en otras personas, soñar con ellas. He tenido que aprender a leerme para después escribirme. Escribiendo este libro he encontrado mi voz, he descubierto mi verdad. He tenido la suerte de encontrarme con gente maravillosa en el camino y con una gran editorial cercana que ha hecho de esta experiencia algo increíble.
Lo prologa la periodista y escritora Ángeles Caso, ¿por qué ella?
Siempre he admirado a Ángeles Caso y es una gran amiga de nuestra familia. Cuando pensé en el prólogo, solo existía su opción y es un verdadero honor para mí que me acompañe en este viaje. Ángeles tiene un don, acaricia con las palabras, te mece con su voz y siempre está ahí para lo que necesites. ¿Por qué ella? Porque es La Escritora y porque es una persona única y especial.
Háblanos un poco de ti… ¿eres profesor por vocación? ¿Cómo llegaste a la docencia?
Siempre me imaginé siendo maestro. Me crie en un pequeño pueblo de la cuenca minera de El Bierzo, Toreno. Tuve unos maestros que me marcaron de por vida. Siempre recuerdo con gran cariño a una maestra llamada Amparo Fernández que tocó mi corazón y lo llenó de amor. Creyó en mí en todo momento y supo ver y descubrir mi estrella, mi pasión, mi talento. Me comprendió tal y como era y me regaló dosis enormes de confianza. Decidí entonces que yo quería ser maestro y ayudar a los niños a encontrar su estrella.
Mi encuentro vocacional se dio la primera vez que me vi frente a un aula con unos cuantos niños mirándome con ojos expectantes. Esa sensación de ilusión que recorrió mi cuerpo y que sigue acompañándome en cada nuevo proyecto fue lo que me hizo darme cuenta de mi vocación. Siendo maestro puedo disfrutar de la ternura infinita de mis alumnos, te dan la vida en un abrazo, en una mirada, en una sonrisa.
Cuando comenzaste a trabajar como profesor, ¿ya tenías esa inquietud de mejorar la educación, de hacer las cosas de otra manera?
Siempre he tenido muchas inquietudes y la necesidad de contribuir a mejorar la educación desde mi pequeña parcela. Intento en todo momento ser consciente de lo que no sé, esto es algo que siempre ha influido en mí. Esta experiencia de la carencia me ha movido a satisfacer mi deseo por aprender y me ha espoleado para seguir leyendo, escribiendo, estudiando, investigando, compartiendo, preguntando, reflexionando, aprendiendo y buscando. No hay tarea más incierta que educar. Eso genera en nosotros una gran inseguridad. Por ese motivo los docentes hemos de reconocernos como aprendices permanentes de esas personas que tanto pueden enseñarnos: niños, compañeros y familias. Es impensable evolucionar sin un aprendizaje continuo.
¿Por qué consideras tan importante divulgar lo que haces en tus clases y lo que tú piensas?
Creo que lo que sabemos, el conocimiento que cada uno pueda atesorar no nos pertenece y que se pierde cuando no es compartido. He aprendido mucho gracias a otros docentes que comparten sus experiencias, que investigan y que divulgan sus prácticas educativas. No tiene lógica hacerlo de otra manera. Los docentes deben saber qué ocurre en otras aulas y en otros colegios y nutrirse de ello para mejorar la educación. Me gustan los colegios como el mío, un colegio que nunca cierra sus puertas para dar clase y que cuando pasas por sus pasillos te ofrece la posibilidad de ver, de escuchar y de aprender de los demás; te ofrece la posibilidad de sentir cómo late la vida dentro de cada aula.
En el ámbito educativo mucho se ha hablado de las TIC, ¿pero qué pasa con esas otras TIC de las que hablas tú siempre?
Existen otras TIC que no hay que olvidar nunca, en ninguna situación y menos en una clase, ya sea presencial o virtual. Esas son: la Ternura, el Interés y el Cariño. Nosotros, los maestros, solemos decir que tenemos el mejor trabajo del mundo por trabajar con el mayor tesoro que existe: los niños. Pero parece que en ocasiones nos olvidamos de ello y actuamos como si fuesen máquinas; máquinas de aprender, de estudiar, de repetir, de obedecer. No lo son, son personas, son la mejor selección de los seres vivos: son niños. Si como muchos dicen, son el futuro de la sociedad, ¿cómo queremos que actúen en ese futuro? ¿Cómo máquinas o con corazón? Yo prefiero una sociedad dirigida por lo segundo y para ello es necesario que las otras TIC (Ternura, Interés y Cariño) estén presentes en cualquier escuela y en cualquier hogar del mundo.
¿Cómo ves la escuela de septiembre?
Pues estoy contemplando un poco de improvisación y falta de criterio. Puedo entender todas las medidas que se proponen porque la salud y la seguridad debe prevalecer, pero en ningún momento se habla de lo realmente importante para poder llevar estas medidas a cabo. Es necesario que se dote a todos los docentes y a todos los centros educativos de los recursos necesarios para esta situación y sobre todo, y ante todo, son necesarios más docentes. Me da pena la situación que se avecina, ya que el contacto estará limitado y los niños aprenden jugando, compartiendo, abrazándose, queriéndose…
¿Qué has pensado al ver las fotos del reinicio de la escuela en Francia?
Pues he pensado que eso no es volver a la escuela. La escuela no es un parking de niños. No se puede volver a la escuela con temor y sin poder hacer lo que hay que hacer en ella. Por otro lado, soy muy consciente del momento, de la dificultad de conciliación de tantas familias y del trastorno que provoca que los centros educativos estén cerrados.
Se está pidiendo aprovechar esta oportunidad para reformar el sector educativo y mejorarlo. ¿Por dónde crees que habría que empezar?
Creo que habría que empezar por reconocer el gran esfuerzo que está realizando toda la comunidad educativa para salvar nuestro sistema educativo. Familias, alumnos y docentes están dando una lección ejemplar de adaptación y de trabajo en equipo que se debe poner en valor. Una vez dicho esto, habría que aprovechar esta ocasión para que la reducción de ratios que va a provocar esta pandemia se quede para siempre. Si queremos una educación personalizada y de calidad, si queremos que lo primero sean las personas, debemos disminuir la ratio y aumentar los recursos humanos y materiales. A partir de aquí, ya podríamos hablar de todo lo demás: metodologías, competencia digital, innovación educativa, etc.
¿Cómo has vivido tú, personal y profesionalmente, esta situación de emergencia sanitaria?
Hace días escribí algo que refleja todo lo que he sentido en este momento y que lo expresa a la perfección. Aquí os lo dejo con vuestro permiso:
Ahora
Ahora que hemos aprendido a abrazar sin brazos, a besar sin besos y a tocar sin manos. Ahora que ya sabemos hablar con gestos, escuchar con los ojos y acariciar con las palabras. Ahora que, por fin, distinguimos lo accesorio de lo importante. Ahora que hemos descubierto la identidad de los verdaderos superhéroes y resulta que no llevan capa, sino delantal o bata. Ahora que nos ha tocado echar de menos tantas cosas que siempre tenemos de más. Ahora que la naturaleza canta y que las ciudades callan. Ahora que las pantallas se han convertido en aliadas que nos han permitido hacer más llevadera la batalla. Ahora que hemos podido disfrutar del placer de alargar. Alargar un café, una ducha, una lectura, una siesta; del placer de parar para reparar. Ahora que vemos pasar las mañanas primaverales desde nuestros ventanales; que vemos como esta estación se nos escapa con su lluvia, su sol, su viento, sus flores y sus gorriones. Ahora que, a falta de regazos, hombros y abrazos, comprendemos el valor de los recuerdos. Ahora que hemos llenado de borrones y tachones ese cuaderno llamado vida en el que todos escribimos. Ahora que nuestros mayores nos han hecho ver el poder de la dulzura a la vez que nuestros pequeños han estado, como nadie, a la altura. Ahora que hemos pasado de narradores de historias a protagonistas de las mismas. Ahora que hemos dicho adiós a las excusas y hola a la esperanza. Ahora que nos hemos convertido en expertos en leer miradas y en descifrar sonrisas. Ahora que la vida está haciendo zigzags para despistarnos y que nos ha obligado a subvertir el orden las cosas, nuestro orden. Ahora que las lágrimas se han colado en muchas casas y se han adueñado de demasiadas mejillas. Ahora que la vida nos grita y a la vez nos susurra; que se enfada y a la vez nos sonríe. Ahora que esta pandemia nos examina y salen a la luz nuestras carencias y nuestras fortalezas. Ahora que nuestros niños y jóvenes están aprendiendo a aprehender, a sujetar a los demás, a sujetarse. Ahora que sabemos que es necesaria una humanización mayor; calidad humana que guíe y dé sentido a todo lo demás. Ahora que re-descubrimos la importancia de nuestra sanidad y lo maltratada que está. Ahora que estando más separados que nunca nos sentimos tan unidos. Ahora que la tecnología se ha amistado, incluso, con quien no la comprendía. Ahora que muchas conciencias han salido de su anestesia y que hemos visto que la mejor ideología es ayudar a los demás. Ahora que no nos hemos podido despedir de algunos, de muchos corazones que han dejado de latir. Ahora que el planeta ha cogido aire y que nosotros hemos presenciado un espectáculo sin igual. Ahora que es más sencillo ver con otros ojos y sentir con otros corazones. Ahora que hemos tenido que ser el mejor espejo posible para nuestros hijos. Ahora que hemos atravesado nuestra exterioridad para transitar y habitar nuestra interioridad. Ahora que las notas académicas, por fin, ya no importan tanto y que otros aprendizajes como la responsabilidad, la autonomía y la empatía se vuelven imprescindibles. Ahora que muchos están afrontando precariedades y mirando a la cara al sufrimiento. Ahora que nos toca volver a poner los pies en la tierra, pero donde realmente está la tierra después de todo lo vivido. Ahora que añoramos el calor de la compañía y el frío del viento acariciando nuestras caras. Ahora que hemos entendido cuál es el valor del roce de una mano. Ahora que los besos y los abrazos están en aislamiento y que el amor ha encontrado otras formas, otras alas para volar libre como el viento. Ahora que los libros, las canciones y las películas sanan y salvan más vidas que nunca. Ahora. ¿Ahora qué? Ahora tú. Ahora nosotros. Ahora aguanta. Ahora ayuda. Ahora sueña. Ahora vive. Ahora vuelve a empezar, a dibujarte, a inventarte, a nacer. Ahora tú decides.
¿Cómo es tu escuela ideal?
Esta pregunta la he contestado muchas veces y siempre de la misma manera:
No me gustan las escuelas que acallan los corazones,
me gustan las escuelas que laten.
—
No me gustan las escuelas que acallan las voces infantiles,
me gustan las escuelas que susurran, juegan y escuchan.
—
No me gustan las escuelas que acallan el amor,
me gustan las escuelas que abrazan.
—
No me gustan las escuelas que acallan las risas,
me gustan las escuelas que ríen y tienen sentido del humor.
—
No me gustan las escuelas que acallan los sueños,
me gustan las escuelas que sueñan y dejan soñar.
—
No me gustan las escuelas que acallan las emociones,
me gustan las escuelas que emocionan y se emocionan.
—
No me gustan las escuelas que acallan los sentimientos,
me gustan las escuelas que sienten y se expresan.
—
No me gustan las escuelas que acallan a las familias,
me gustan las escuelas que abren sus puertas.
—
No me gustan las escuelas que acallan las necesidades,
me gustan las escuelas que atienden las demandas.
—
No me gustan las escuelas que acallan las ideas,
me gustan las escuelas que creen en ellas.
—
No me gustan las escuelas que acallan el entorno,
me gustan las escuelas que se vinculan con él.
—
No me gustan las escuelas que acallan las pasiones,
me gustan las escuelas que despiertan talentos.
—
No me gustan las escuelas que acallan la vida,
me gustan las escuelas que viven y dejan vivir.
¿Qué crees que es importante que tengan en cuenta las familias a la hora de elegir un colegio?
Depende de lo que busque cada familia, pero en mi opinión es importante el ambiente del colegio, que sea un colegio familiar, acogedor, cercano y preocupado por el desarrollo emocional de sus alumnos y no solo por su expediente académico. Un colegio que abra sus puertas a las familias, que se vincule con el entorno y que enseñe a sus alumnos a vivir, a preocuparse por el otro, a descubrir sus talentos…
Buscaría un colegio que consiga que los alumnos cuando lo abandonen se vayan con la cabeza llena de conocimientos, con las manos repletas de competencias y con el corazón más grande. Quizás esto sea, de manera resumida y simple, un gran colegio.
¿Y tus clases cómo son? ¿Qué primas en ellas?
Lo único que hago es utilizar estrategias metodológicas que están centradas en el alumnado, en la indagación y en la resolución de problemas, en la escucha, en la mirada al otro y en la liberación del yugo que suponen los libros de texto. Metodologías que existen desde hace muchos años y que me han hecho comprender que la innovación educativa tiene el corazón antiguo. Además, intento huir de las tendencias y me centro en las necesidades e intereses de mis alumnos. Busco sus puntos fuertes para que, a través de ellos, lleguen a los contenidos mínimos del currículo y desarrollen sus competencias.
Creo que educar a fuego lento es garantía de futuro y que en estos momentos estamos saturando la educación de metodologías, materiales, actividades y aparatos que dejan poco espacio. Poco espacio para la creatividad, para crear los vínculos emocionales necesarios para potenciar el aprendizaje y las capacidades de nuestros alumnos y poco espacio para mirar a los ojos. La saturación normalmente genera un bloqueo emocional y un alumno o un maestro emocionalmente bloqueado, también lo está intelectualmente.
Como profesor, ¿qué te exiges?
Me exijo poner a mis alumnos en el centro, mirarlos a los ojos, no olvidar nunca que lo primero es la persona y trabajar la base emocional para después pasar a mejorar el currículo.
Me exijo no dejarles huellas amargas en su corazón y estar ahí siempre que me necesiten.
Me exijo que mi recuerdo nunca enturbie sus vidas y sus sueños.
Me exijo ser el mejor maestro que pueda ser para que ellos puedan alcanzar la mejor versión de sí mismos.
Todas las fotografías de esta entrevista han sido realizadas por Virginia Aguado de Virado Studio.