Katia Hueso: "Todo riesgo conlleva un aprendizaje"
Entrevistas
Katia Hueso es bióloga y la fundadora de la primera escuela infantil al aire libre en España, allá por 2011 cuando aquí apenas se sabía qué era aquello. Tras Somos naturaleza y Jugar al aire libre, acaba de publicar el libro Educar en la naturaleza en el que analiza la importancia de establecer un vínculo desde la infancia con el medio natural.
En la primera parte analizas la situación hablando de un planeta dolido, con datos muy preocupantes. ¿De verdad todavía hay hueco para la esperanza?
En el momento de escribirlo tuve mis momentos de bajón porque algunos datos son tremendos pero la experiencia demuestra que eso no siempre se cumple y, además, los que tenemos hijos sabemos que la vida sale para adelante casi de cualquier manera. A pesar de los datos, he querido transmitir un mensaje de esperanza. Estamos haciendo un gran destrozo, pero todavía hay margen para mejorar. Todavía podemos hacer algo para revertir la situación.
En tu libro Somos Naturaleza hablas de que a veces educamos a los niños hablándoles de los animales en peligro de extinción, los grandes desastres naturales… y eso les aleja, precisamente, del medio natural.
Si a los adultos nos bloquea, imagínate a los niño,s que no tienen capacidad para entender problemas tan grandes que afectan al planeta. Generas un rechazo ante lo que no pueden hacer nada y, al final, la biofilia con la que nacemos, el amor de la naturaleza que traemos de serie se convierte rápidamente en biofobia, miedo o temor por lo vivo, por la naturaleza.
¿Ha conseguido la pandemia que nos acerquemos más a la naturaleza?
Por lo menos hay un discurso en esa línea. Se ha puesto en relieve que es algo a lo que todo el mundo debería tener acceso. En el confinamiento más estricto la gente se dividía entre la que tenía jardín y la que no lo tenía. Se ha subido un escalón en la importancia que le concede la población general, pero creo que todavía hay muchísimo camino por recorrer. No ha terminado de dispararse el interés en las familias, que siguen teniendo otras prioridades. Nos hemos quedado cortos, podíamos haber aprovechado mejor este momento.
Para proteger algo hay que amarlo y para ello es muy importante el vínculo que establecemos con la naturaleza. ¿Cuáles son los elementos fundamentales para que los niños lleguen a amarla?
Tenerla cerca. Una playa, un bosque o hasta un solar. Incluso una ventana. Hasta una ventana, el cielo y todo lo que ocurre en él es naturaleza. El aire que respiramos, el agua que bebemos. Es más una cuestión de mirada y de cómo lo percibimos que el elemento en sí. Luego hay que facilitar que estemos a gusto en la naturaleza. Ir bien equipados, llevar la ropa adecuada, comida, bebida… hacer que la experiencia sea confortable, de manera que no prevalezca la sensación de comodidad sino de la actividad que se haga. Y cuando hablo de actividad me refiero a la actividad que hagan los protagonistas, lo que quieran hacer ellos. El adulto está ahí para facilitar y para que eso suceda, obviamente, en condiciones de seguridad.
Es difícil soltar. Para algunos padres combinar la autonomía con la seguridad es casi imposible.
Es todo un aprendizaje. Yo también lo siento así, soy madre y es difícil establecer ese hasta dónde. Depende de las edades y de muchos factores pero sin entrar en detalle creo que lo importante es aprender a confiar en la persona que tienes al lado, tu hijo o hija, pero también en ti mismo, en tu capacidad de acompañar, de dar seguridad y confianza, de ir creciendo junto a él. Por eso a mí me gusta mucho hablar, más que de riesgo, de riesgo-beneficio. Todo riesgo tiene un beneficio, tiene un aprendizaje, un aspecto positivo que sacar. Esto no quiere decir que dejemos a los niños al borde de un acantilado y nos olvidemos, hay riesgos que son intolerables, pero sí pueden subir a un árbol bajo nuestra mirada, estando cerca. Tenemos que ir buscando ese punto de compromiso entre seguridad y confianza. Y esto creo que es un aprendizaje mutuo que hacemos padres e hijos al mismo tiempo. Los niños van adquiriendo más habilidades y competencias y nosotros tenemos que aprender a ir separándonos un poco porque confiamos en ellos. Pero es verdad que la primera vez que yo dejé a mi hija ir sola a comprar el pan, pues también tuve un nudo en la garganta así que entiendo perfectamente la sensación.
Señalas que ellos deben ser los protagonistas. ¿Les llevamos a veces estresados también al campo porque tenemos que completar una ruta o llegar a comer a un punto concreto?
En ese vínculo que se construye con la naturaleza, hay que dejar que sean ellos los que lo hagan. Si nosotros vamos a organizar una actividad, como puede ser una marcha, identificar flores o coleccionar hojas porque creemos que puede ser educativo, igual conseguimos el efecto contrario. Si tú dejas que eso suceda de manera natural y acompañas el proceso, puede ser muy positivo. Para eso tienes que ver por dónde va su interés y acompañarlo, no forzarlo porque puedes generar una emoción negativa.
Háblanos de tu escuela
Nuestra escuelita se llama Grupo de Juego en la Naturaleza Saltamontes. Está en Collado Mediano, en la sierra de Guadarrama, en Madrid. En 2011 no había nada parecido cuando la fundamos y este nombre describe perfectamente lo que hacemos. Acompañados por profesionales de la educación, está dirigida a la franja de edad entre 3 y 6 años. Van todos los días como si fuera un cole ordinario pero en vez de estar en un aula están en el monte. La actividad que realizan es juego libre, pero siempre con estas premisas de las que he hablado, de acompañamiento, de facilitar procesos, de tener cuidado con la seguridad y manteniendo ese equilibrio saludable entre riesgo y beneficios sin que se comprometa su integridad física. No es solo jugar en la naturaleza sino hacerlo de una manera cualitativamente seria. Hay un acompañamiento pedagógico, una acción tutorial, hay un seguimiento y un contacto regular con las familias.
¿Cómo es la transición después a un colegio ordinario?
En general, bastante buena. Pasar de Infantil a Primaria es complejo en cualquier situación y aquí además pasan de estar al aire libre a meterse en un aula, pero es cierto que los niños que están aquí, con una ratio muy baja y un acompañamiento muy respetuoso por sus procesos y sus emociones, tienen herramientas más sólidas para adaptarse a situaciones nuevas. Tienen mucha capacidad para dirigirse a otros adultos o personas que no conocen, han tenido muchas oportunidades de hablar, de negociar, de debatir… Luego, desde el punto de vista corporal, resulta que el haber tenido libertad de movimientos casi total pues les ha permitido tener un desarrollo cognitivo muy sólido, de tal manera que aspectos como la lectoescritura o la lógico-matemática entran con mucha facilidad cuando se necesita, tienen el carril más preparado desde el punto de vista neurológico y cognitivo. También tienen un esquema corporal muy bien armado, conocen su cuerpo y saben usarlo así que suelen tener una higiene postural más adecuada y les resulta sencillo estar sentados en una posición que les permite prestar más atención y recibir mejor lo que está sucediendo en el aula. Todo esto lo veo por mi experiencia pero también está estudiado. En Alemania, donde llevan desde el 93 con este tipo de escuelas se han hecho ya varias tesis doctorales que confirman esto.
Y en la sociedad, ¿habéis visto un cambio?
Hay un cambio de mentalidad, al menos se habla más. En 2011 éramos los raros. Tuvimos que tirar de contactos fuera de España para que nos asesoraran porque estábamos muy despistadas. Ahora muchas compañeras están haciendo proyectos similares, y digo compañeras porque creo que todos los proyectos que conozco están dirigidos por mujeres. Acaba de nacer la Federación General de Educación en la naturaleza y hay mucho más material para orientarse. Cada vez hay más publicaciones, guías, trabajos académicos… Todo esto es muy positivo, pero el último escalón, que es el político, ese se nos resiste como gato panza arriba. No hay manera de acceder a un político con ganas de mover esto y de cambiar las cosas. Este es el techo de cristal que ahora mismo tenemos.
¿Cómo ves que se lleva a cabo en las escuelas tradicionales la educación en la naturaleza o, más bien, sobre la naturaleza?
Ese es un matiz muy importante porque yo creo que lo que está sucediendo en la escuela tradicional es que se educa sobre la naturaleza. Se explica qué es un ecosistema o el cambio climático. Te inculcan valores para cuidarlo pero te colocan fuera del mundo natural y la diferencia fundamental llega cuando educamos en la naturaleza porque entonces entendemos que somos parte de ella y que ejercemos nuestra influencia desde dentro, no desde fuera.
¿Y qué pasa en la adolescencia?
La adolescencia es un reto importante para los educadores porque los adolescentes solo conectan consigo mismos. Es una etapa en la que se miran hacia dentro y lo necesitan para conocerse y desarrollarse. Así que todo lo que hagamos desde fuera les llega poco. Yo confío en que las semillas que vamos dejando en etapas anteriores fructifiquen más adelante y creo que hay que estar ahí, mantener esos valores e ideas aunque no muestren interés. Hay que hacer un esfuerzo por acercarse a su mundo, adaptarse y motivarles con sus intereses.