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"En Bill y Lula convertimos los deberes en una oportunidad para enseñar de otra manera"

Extraescolares
14 septiembre, 2022

Que vamos muy deprisa, lo sabemos todos. Y gestionar tanta exigencia a veces hace mella en las relaciones con nuestros hijos. Por eso, Bill y Lula existe en León. Para echar una mano a las familias, para ayudar con la conciliación, para quitar cargas y para intentar hacer más fáciles las cosas en una sociedad que nos lo pone bastante difícil. En octubre reanudan su Aula de Deberes, un espacio en el que los niños acuden a realizar sus tareas del cole con otros compañeros y un profesor que les atiende de manera individualizada, en un ambiente de respeto, cariño y comprensión. Saben que en muchas casas los deberes son motivo de conflicto y su objetivo es eliminar esas tensiones, convertir los deberes en una oportunidad para aprender, dar a los niños las herramientas que necesitan para organizarse y ver crecer su autoestima.

Su primera experiencia con el Aula de Deberes, el año pasado, la resume su responsable, en los abrazos que recibió el último día. De quienes llegaron con cinco suspensas y luego aprobaron todas o de quienes no tenían motivación para hacer absolutamente nada y prendió en ellos la ilusión. Sandra advierte de que no hay varitas mágicas. Lo que ofrece es, sin duda, mucha paciencia y amor por lo que hace. Insiste en que un niño es mucho más que su rendimiento académico y que por eso aquí se atiende a todas sus necesidades.

Además del Aula de Deberes, este curso proponen dos actividades más. Shakespeare Slow, donde practicarán el inglés oral a través de prácticas teatrales y Slow Learning, con el que pondrán en práctica los conocimientos que aprenden en el cole y practicarán habilidades algo más olvidadas en la educación reglada.

Charlamos con Sandra, alma máter de Bill y Lula, para conocer todo lo que este centro basado en el slow parenting tiene preparado para los próximos meses.

¿Por qué un aula de deberes?

En el aula de deberes lo que hacemos es abordar las tareas del cole de un modo integral. Llegan con la mochila y con su agenda y vamos organizando el trabajo para que no vayan a atracones y para que sean capaces de concentrar en el tiempo que están aquí todo lo que tiene que ver con la escuela. Nuestro objetivo es quitar carga a los niños y a las familias para que cuando salgan, con el trabajo ya hecho, solo tengan que ocuparse de disfrutar de momentos juntos.

[highlight bgcolor=»#f2bdb3″]Mi hija es buena estudiante pero a mí me costaba explicarle algunas cosas y terminábamos discutiendo. Sandra entendió desde el principio lo que buscábamos. La ha ayudado a organizarse, a estudiar, a hacer sus esquemas y refuerza lo visto en clase. Ha mejorado mucho, razona mejor los problemas de matemáticas y se defiende a la hora de enfocar un trabajo. Se lo explica todo de una manera diferente y atractiva, y ella adora a Sandra. Sale de allí con todo hecho y nosotros podemos disfrutar, ir al parque, a dar una vuelta, jugar…

Miriam, mamá de Olaya[/highlight]

Hay familias que dicen que pasan horas con los deberes. ¿Qué está fallando?

Los niños llegan cansados de la jornada del cole y se pierden en pensar otras cosas que para ellos son mucho más importantes. Porque tienen preocupaciones, retos, problemas… Además, el estar en casa nos da esa sensación de haber terminado la jornada y no tienen presión. También influye que a veces en casa tienen algún hermano pequeño que no tiene que hacer tareas y eso les supone una situación de injusticia. Por eso creamos el aula de deberes, para que tengan un lugar al que acudir a hacer exclusivamente eso y en el que todos están haciendo lo mismo.

¿Se pueden ver los deberes como una oportunidad?

Sí, yo los veo como una oportunidad de enseñar de otra manera. Con las ratios actuales no es posible enseñar desde el cerebro del que aprende, que es una frase de José Antonio Fernández Bravo, uno de mis referentes, y no todos los niños comprenden igual. Además, hay que quitarles ese miedo tan grande que tienen a fallar. Cuando van mal en el cole, lo primero que hay que descartar es cualquier problema de salud, pero la mayoría de las veces lo que les pasa es que tienen una gran falta de motivación.

¿Y cómo se logra esa motivación?

Yo me preparo sus deberes, preveo lo que puede venir mañana, tengo sus horarios, conozco sus libros… Pero, cuando llegan, lo principal es encontrar esa motivación. A algunos les gusta contarme qué ha pasado hoy en el patio o en el comedor o qué está preparando para su cumple. Juego con las provocaciones, los desafíos y organizamos muy bien el tiempo para que sepan cómo organizarse. Luego todo va fluyendo. A veces te encuentras con que el de 12 le explica algo a la de siete o que me ponen un examen a mí para ver si soy capaz de hacerlo. Es cuestión de irles conociendo.

¿Cómo funciona el aula de deberes?

La ratio que tenemos es de cinco alumnos por profesor para que el trabajo pueda individualizarse porque cada uno necesita cosas diferentes, incluso aunque vayan a la misma clase. Antes de que comiencen en el centro, hacemos un buen recorrido por sus libros, agenda, horario y nos organizamos en función de eso. Yo conozco mucho a los niños y a las familias antes de empezar y me preocupo por saber qué necesitan, cómo se sienten cada día y ver qué es lo que más les cuesta, lo que menos, lo que más les apetece… A partir de ahí establecemos tiempo de deberes y de descanso y vamos viendo en qué necesitan mejorar.

Respetáis el ritmo de cada niño y sus intereses, pero a la vez garantizáis que los deberes estarán hechos. ¿Cómo lo conseguís?

Yo no tengo una varita mágica, pero trabajamos mucho con el ambiente, con estructurarles bien los tiempos y con hacerles responsables de sus tareas, les enseñamos a que ellos se organicen. Al principio les orientas, pero ellos se van conociendo y luego ya te dicen si están cansados y van a empezar por la tarea más ligera o si se sienten preparados para algo más complejo. Nos van pidiendo lo que necesitan, a cada uno le va mejor una cosa. Hay niños más organizados y otros menos pero el estar en grupo y con diferentes edades también les ayuda a ver cómo lo hacen otras personas y a motivarse.

[highlight bgcolor=»#f2bdb3″]Notamos que le costaba un poco sentarse y abordar los deberes. Su padre y yo no disponíamos del tiempo que necesitaba, así que probamos. Salía encantada de Bill y Lula y empezó a motivarse mucho. Mi hija se frustraba enseguida y no se concentraba fácilmente, pero n Bill y Lula le han ido dando herramientas que luego ella aplica en casa o en el cole. Desde mi punto de vista, lo mejor es la seguridad que ha ganado, cómo se enfrenta ahora a las tareas y a los exámenes, mucho más tranquila. Además, cuando salía de allí teníamos un montón de tiempo para hacer cosas juntos».

Elena, mamá de Sofía (alumna del Aula de Deberes)[/highlight]

Además del Aula de Deberes, este año tenéis otras actividades, como la que habéis llamado Shakespeare Slow. ¿En qué consiste?

Hay muchos padres preocupados porque sus hijos no saben suficiente inglés y lo que yo he descubierto es que saben mucho más de lo que pensamos y de lo que ellos creen. ¿Cuál es el problema? Que no tienen contexto para generalizar esa competencia. Eso es lo que pretendemos en Shakespeare Slow, ponerles en situaciones en las que necesiten hablar en inglés y vean esta lengua con cariño, que le pierdan el miedo y la vergüenza.

Con una ratio de 7 niños por profesor, haremos teatro, juegos, roleplay… A los niños les encanta jugar a papás y a mamás, a tiendas, a ser un gato… Voy a aprovechar todo eso para convertirlo en algo que nos ayude con el inglés. Quiero jugar y que jueguen, que saquen todo el inglés que saben y aprendan más, pero que se diviertan y lo disfruten, sin presiones.

Por último, tenéis otra propuesta llamada Slow Learning. ¿Qué vais a trabajar aquí?

El servicio Slow Learning ha surgido, precisamente, de observar las carencias en los niños. Nos encontramos con niños de 12 años que no te cuentan una historia, con su estructura, sin titubear, con la calma que requiere… niños que no saben esperar turno o que quieren que les prestes atención todo el rato. Muchos que no quieren leer a partir de los ocho o nueve años o que no saben redactar para un trabajo. Trabajaremos eso y también cómo gestionar las emociones, los nervios que les dejan en blanco… Fomentaremos la creatividad, que es esa capacidad para resolver los problemas que no encontramos en la vida y les daremos un contexto para aplicar todos los conocimientos que tienen, incluso los matemáticos. El objetivo es darle sentido a todo lo que aprenden.

¿A quién está dirigido el Slow Learning?

A todas esas familias que ya saben que hay una forma distinta de aprender y que la buscan pero no la encuentran. Que ven que su hijo ya estudió la condensación del agua y no se acuerda porque aunque te repitan mil veces las cosas, si no las experimentas es más difícil aprenderlas. Nada se afianza en el cerebro si no es a través de la emoción.