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El autor del bestseller 'Hija' que escribe desde León

Libros
25 enero, 2021

Si sois de los que seguís de cerca la literatura infantil, os movéis con soltura por foros en los que se reseñan libros ilustrados y no perdéis detalle de las novedades editoriales para los más pequeños, conoceréis el bestseller Hija, de la editorial Cuento de Luz. Si aún no está en vuestra estantería, lo habréis visto en algún escaparate o algún amigo lo tendrá porque va ya por la decimoprimera edición y se ha traducido a otros tres idiomas.

Ahora sabed también que su autor, Ariel Andrés Almada, reside en León desde hace un par de meses y es aquí donde está creando sus nuevos proyectos que seguirán la misma línea del libro de Hija y formarán una colección de cinco títulos bajo el nombre de Amor de familia.

Resulta que en León ha encontrado el ritmo pausado en el que desea moverse. No siempre ha sido así. Su vida iba a una velocidad mucho mayor cuando trabajaba como consultor de marketing para empresas y escribía libros sobre negocios. Demasiada, según le hizo saber su cuerpo mediante unos ataques de pánico que comenzó a sufrir hace unos ocho años. Así que cambió de rumbo para no salirse de la carretera y esa nueva ruta que tomó, a través de la narrativa de ficción, le ha conducido ahora hasta tierras leonesas. Fue precisamente Emma Varela, escritora de cuentos infantiles de la que mucho hablamos por aquí, quien le invitó a probar. Y sí. Le gustó.

Así que una se imagina aquí su día a día, levantándose en un apartamento desde el que atisba la Catedral cada mañana, refugiándose en cafeterías –cuando las restricciones se lo permiten- y disfrutando de una ciudad llena de historia y encanto con la emoción de las primeras veces. Es fácil encontrárselo en Tula Varona porque en la cima de su top leonés se encuentra esta encantadora cafetería librería de la calle Ruiz de Salazar. Disfruta paseando por el Húmedo, el entorno de la seo y cerca de todo lo que tenga sabor centenario, como buen amante que es de los clásicos y de la novela histórica.

Esta periodista llega a la entrevista con curiosidad por el recién llegado, por esa vida bohemia de café en café escribiendo, leyendo, descubriendo…, a lo que él intenta quitar rápido importancia con una retahíla de números, porcentajes y el poco margen que le queda a los autores. Que no es tan idílico, pero sí, la está disfrutando porque está aprendiendo a valorar las cosas sencillas. “El otro día estaba en una terraza leyendo al sol y pensé: qué sensación de felicidad plena”.

Pero volvamos al principio. ¿Qué pinta un consultor de empresas escribiendo para niños? Ariel, que se crio en Argentina entre libros, arropado por una madre profesora de literatura y un padre periodista, cree que era cuestión de tiempo que el gusanillo saliera a la superficie. Y emergió, como él dice, “por el lugar menos pensado, los libros de negocios”, que por el momento tiene aparcados pero a los que no descarta volver en algún momento. Después probó con la ficción. Su primera obra, un libro para adolescentes, fue Los cerezos en diciembre (Editorial Comanegra) y funcionó muy bien. Su incursión en la literatura infantil la inició con La niña que caminaba entre aromas y le siguieron El faro de las almas y El Miedo de Iván (los tres en la editorial Cuento de Luz), su favorito a pesar de que es el que menos éxito tuvo. Entonces publicó Hija. Y boom. Aquello funcionó mucho mejor que todo lo anterior. Tanto, que la editorial le propuso un contrato para escribir la serie de cinco en la que trabaja ahora mismo y de la que en octubre publicó el segundo, Hijo. De los otros tres no suelta prenda -“no puedo, me mata mi editora”- pero ya tiene uno finalizado.

Lo paradójico de esta historia es que el libro más vendido de Ariel, que sigue dando clases de marketing on line, que lee numerosos libros relacionados con este campo y que utiliza sus conocimientos para dar a conocer sus obras, ha sido precisamente el que no pensaba vender, el que le salió del corazón. “Cuando lo leyó la madre de mi hija, Sonja Wimmer, dijo que lo quería ilustrar porque le pareció súper bonito”. Ella le puso el color al libro y mucho prestigio también al ser una de las ilustradoras más reconocidas a nivel mundial. Así que estamos ante un libro que antes de un producto fue la declaración de amor de un padre a su hija y que, quizás por eso, ha logrado conectar con los sentimientos de tantos lectores y lectoras.

Una de las páginas de ‘Hijo’.

Tanto él como su editorial sabían que Hijo, que se publicó dos meses antes de Navidad, tendría un destino similar, así que decidieron imprimir dos ediciones al mismo tiempo. La primera en Barcelona para que llegara antes, y la segunda, más voluminosa, en China. Pero hubo un problema. El libro salió a la venta y sonó la primera alarma. Una madre les puso sobre aviso. “Pone piesecitos en vez de piececitos”. Ariel, que como argentino no utiliza ese término porque ellos emplean la palabra piesitos, no se había dado cuenta. El fallo se lo saltaron también la editora y la correctora, así que en aquel momento el error llegaba impreso en miles de ejemplares que ya viajaban en un barco con destino España. “Mi editora, con mucha valentía y voluntad decidió que se iban a imprimir miles de pegatinas y se iba a contratar a gente para pegarlas una a una en la segunda edición del libro (la tercera ya está modificada). Dice Ariel que la primera noche no podía con la rabia, pero ha terminado tomándose el asunto con humor. “Es una forma de mostrarle a los niños que los adultos también podemos equivocarnos y podemos corregirlo”. Desde entonces hay muchas madres que intentan encontrar el libro con el error porque les resulta curioso, pintoresco y cariñoso.

Cuando termine esta serie de libros dice Ariel que cierra su etapa en la literatura infantil. Lo deja. “Siempre digo que estoy de pasada en este mundo, no considero que tenga un talento especial para escribir libros que requieren una gran creatividad como sí puede tenerlo Susanna Isern, a quien se le caen las ideas”. Confiesa que cambiaría todos los libros que ha escrito por tener uno que se convirtiera en clásico, uno que se leyera siempre, de generación en generación, como el de Adivina cuánto te quiero o El Principito. Comenta que quizás un día se atreva con una novela. “A lo mejor un día me animo pero se requiere mucha voluntad y yo no la tengo”. Le seguiremos de cerca.