César Bona: "Si queremos una sociedad mejor, tenemos que empezar en la escuela"
EntrevistasEntrevista a César Bona
Profesor y autor de varios libros sobre educación
En 2015 César Bona se colaba entre los 50 finalistas del Global Teacher Prize, el único docente español entre los mejores del mundo. Su nombre empezó a sonar entonces hasta convertirse probablemente en el profesor más mediático. Plasmó su visión en el libro La nueva educación (Plaza y Janés) e inició un periplo que le ha llevado a conocer numerosos proyectos educativos y personas que le han aportado su visión sobre la educación. Continúa de excedencia y desde entonces ha escrito otros dos libros, Las escuelas que cambian el mundo y La emoción de aprender, de la misma editorial. Asegura estar viviendo un regalo del que se siente muy afortunado por tener la oportunidad de intercambiar impresiones con tantas personas. Cuando le preguntamos por lo que ocurre dentro de las aulas, ya le resulta difícil responder. Insiste en que no puede ceñirse únicamente a los centros educativos porque la educación lo impregna absolutamente todo.
Después de todas las experiencias que has ido conociendo estos años… ¿hay más razones para el optimismo o para el pesimismo?
Optimismo, definitivamente. He tenido la suerte de conocer a cientos y cientos y cientos de docentes que tienen una ilusión espectacular, que cada día llevan a cabo experiencias extraordinarias y, por eso, considero que es muy importante la labor de los medios de comunicación para sacarlas a la luz porque necesitamos que se difundan. También hay muchísimas familias que están caminando junto a los docentes, hay muchas Ampas que preparan un montón de actividades, que quieren caminar hacia una educación -no voy a decir mejor, esto que quede claro- que ha de evolucionar como todo ha evolucionado.
Se perciben ganas de cambio pero el sistema sigue limitando a los docentes, ¿no?
Obviamente, si tienes menos alumnos tienes más posibilidades de prestarles más atención y el sistema nos tiene que ayudar; por eso es tan importante que las administraciones estén en continuo contacto con lo que se está haciendo en las aulas o en los contextos en los que viven las familias. Las decisiones tienen que tener en cuenta a los niños y niñas, que, a pesar de ser los grandes protagonistas, son muchas veces los grandes olvidados, junto con familias y docentes, porque las decisiones suelen tomarse desde un punto de vista adultocéntrico.
Lo que sí se nota es más movimiento y mucho más debate en torno a la educación. Pero el sistema, ¿está cambiando?
Definitivamente. Ya te digo, en cada sitio que voy hay gente haciendo un montón de cosas. Te podría decir y no acabaríamos en todo el día de escribir experiencias. Una vez leí que un periodista comentó que el trabajo de los docentes debe ser de hormiguita y callado. No estoy de acuerdo porque cada paso que damos marca vidas y por otra parte creo que la educación es un bien social y tenemos que compartir lo que hacemos. Callado es justo lo contrario a diálogo, que es lo que más se necesita.
Tu último libro se titula La emoción de aprender. ¿Todo se puede aprender con emoción?
Muchas veces tendemos a simplificar porque emoción no es que solo sientas alegría cuando ves algo. Puedes sentir alegría, emoción, miedo, frustración, ira… Las emociones forman parte del ser humano y tenemos que tenerlas muy en cuenta. Ahora la neurociencia nos ayuda a conocer más nuestro propio cuerpo y en el cuerpo también están las emociones, aunque no se puedan tocar. La mayoría de las decisiones importantes las tomamos desde la emoción. Algo se puede aprender con miedo y otras veces con alegría y la neurociencia demuestra que perdura mucho más lo que se aprende con alegría que lo que se aprende con miedo.
Estamos en un momento en el que el feminismo ha tomado mucho protagonismo pero ante el que hay mucha reacción también. ¿Tú qué detectas?
Yo creo que hay que mostrar mujeres que están triunfando en todos los ámbitos -y aquí incido en la importancia de los medios de comunicación-, que sirvan de ejemplo a niñas y también a niños. Cuando nosotros estudiamos no había más que un tema de educación sexual, casi de soslayo. A mí nadie me habló de género y creo que es importante encontrar tiempos para que nos conozcamos y para hablar. Sí creo que se está produciendo un cambio, por fin vemos exposiciones de mujeres importantes en distintos ámbitos de la vida. Creo que vamos por buen camino.
Se habla mucho del fracaso escolar, pero ¿qué es para ti el éxito escolar?
Éxito es una palabra muy subjetiva, el éxito para un niño o niña puede ser ir a comprar al supermercado solo. Para otro, simplemente ser aceptado en su entorno social. ¿Para qué van los niños a la escuela? Esta pregunta la he hecho en diferentes lugares a los que he ido y la gente parece que lo tiene muy claro: para convivir, para relacionarse, para tener herramientas para la vida. Teniendo en cuenta estos objetivos, el éxito sería que tenga herramientas para relacionarse con uno mismo, con los demás y con el medio en el que vive.
¿Y qué opinas de la inclusión? En tu libro anterior mencionabas cómo en algún proyecto educativo de los que habías visitado ni siquiera habías identificado niños con autismo en el grupo porque estaban mezclados y trabajando juntos. Ahora asistimos al debate de la eliminación o no de las aulas especiales.
Obviamente hay que avanzar hacia la inclusión, sin ninguna duda. Tú vas avanzando por la calle y te encuentras con gente con diferentes capacidades, todos somos diferentes. Eso sí lo digo en el último libro, si somos casi 8.000 millones de personas en el mundo y no hay uno igual a otro, debemos valorar precisamente esa diversidad y ver que las diferencias son un regalo y no un inconveniente y tenemos que aprender a convivir todos; eso es buscar la inclusión. Cuando ya entramos en el tema del aula necesitamos muchos más recursos para lograr esa inclusión, sobre todo recursos humanos, porque igual que te digo que hay miles de docentes deseando formarse, tienen que darnos herramientas para entender esas diferencias y para poder dar a los niños y las niñas herramientas para que entiendan las diferencias. Que comprendan que conociendo a la otra persona uno deja de tener miedo y cambia sus prejuicios por una convivencia pacífica, que es uno de los fines de la educación. Lo vuelvo a decir, que revisen tiempos y espacios, tener muchos más recursos y que entiendan que si queremos una sociedad mejor tenemos que empezar en la escuela y que es mejor dos docentes en el aula que uno.
También hablas en tu libro de cómo transmitimos nuestros prejuicios a nuestros hijos. Son nuestro reflejo y, por tanto, ¿una oportunidad para mejorar?
Sí, es lo que pongo en la dedicatoria del libro, que me costó escribirla más que el propio libro: «Este libro está dedicado a todas las personas que se han sentido incomprendidas. A aquellas que han superado prejuicios de otros y han seguido adelante. A aquellas que han superado prejuicios propios y han abrazado nuevas ideas». Cuando tenemos esos prejuicios muchas veces no nos damos cuenta y tenemos una visión de la vida muy particular, por eso es tan importante educar en el pensamiento crítico, ya no solo hacia los demás sino hacia uno mismo .Hemos de pensar qué vemos y analizar lo que vemos y si podemos tomar otra perspectiva. No es fácil porque ya te digo que tendemos a simplificar las opiniones, y en este mundo tan de vértigo que llevamos todo va deprisa y nos quedamos con un titular. La palabra reflexión debería ser una de las palabras más importantes en educación.
¿Dónde te visualizas en 10 años?
En un aula y feliz. Pero ya no solo en un aula, ya te digo, rodeado de la gente que yo quiero.
Cuando cambió el Gobierno y Pedro Sánchez se convirtió en presidente del Gobierno y comenzó a anunciar sus ministros, algunos de ellos tan mediáticos, no te tembló algo pensando que pudieras ser el ministro de Educación?
En absoluto, nunca. Hay gente tremendamente capacitada para eso y yo soy muy feliz haciendo lo que hago y cuando vuelva al aula seré muy feliz en el aula siendo consciente de que me siento tremendamente afortunado por estar aprendiendo tanto y poder compartirlo. Y luego aplicarlo, que eso sí es un verdadero premio. No, no me tembló nunca nada. Hay gente muy capacitada, muy buena y con las ideas muy claras para ello.
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