Bajar a la mina. Visita al Pozo Julia en Fabero
Museos con niños en LeónEn una provincia tan marcada por la minería como es León, esta visita al Pozo Julia, en la localidad de Fabero, es muy recomendable para realizar en familia. Conoceremos uno de los trabajos más duros, su evolución, las condiciones en las que trabajaban y el sentimiento de comunidad que se creó bajo tierra.
El Pozo Julia perteneció a Antracitas de Fabero S.A. y fue construido a una profundidad de 275 metros. El castillete que vemos desde antes de llegar nos indica el lugar por dónde bajaban los mineros, montados en unos ascensores por donde también subían las vagonetas con el carbón.
Abajo, oscuridad, pica, pala, maza y el riesgo diario de un trabajo como este.
Hasta que en 1991 se cerró definitivamente y ahora podemos visitarlo para recordar y comprender. Para ello tenemos dos opciones, una visita de dos horas y otra de tres. Al ser visitas largas, es más recomendable para niños algo mayores que sean capaces de aguantar ese tiempo y seguir las explicaciones. No obstante, es un recorrido muy ameno y variado al ir entrando en distintos edificios. Y la mina recreada les encantará.
Empezaremos visitando los vestuarios donde los mineros se ponían el mono de trabajo y la lampistería, donde recogían su casco y su lámpara. En estos lugares nos van contando curiosidades y detalles sobre la evolución del material que utilizaban en la mina y podemos verlo y tocarlo.
También se recorre el espacio de los baños y las duchas que utilizaban al salir y se ven las diferencias entre los que utilizaban los mineros rasos, los vigilantes o los ingenieros. En estos espacios, además, hay obras de estudiantes de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid decorando un espacio en el que llegaron a trabajar 1.200 mineros y que ahora está atravesado por el silencio.
Una de las salas está dedicada a las mujeres, quienes tenían prohibido entrar a la mina a trabajar, pero sí lo hacían fuera, aunque únicamente las solteras o viudas. De todas formas, aquí descubriréis alguna excepción.
También hay un espacio centrado en explicar la lucha minera por la mejora de las condiciones, las huelgas, los accidentes o las enfermedades derivadas de este duro trabajo.
Se visita también la sala de compresores, donde generaban el aire comprimido para el funcionamiento de la gran mayoría de herramientas y desde donde se manipulaban las jaulas del interior del castillete donde subían y bajaban los mineros. Y podremos escuchar la sirena que indicaba el cambio de turno o que suponía un llamamiento al pueblo para que fueran a identificar a un accidentado. Siempre en alerta.
Después entraremos en la sala de máquinas y veremos también el lavadero donde se separaban los escombros y desde donde se transportaba el carbón en tranvía aéreo.
Durante toda la visita vamos descubriendo numerosas historias personales y de la historia de la minería y veremos la evolución de las herramientas y, por tanto, del trabajo.
Por último, entramos en la mina. No es la de verdad, sino una recreación, pero muy lograda. De hecho, da la sensación de que bajamos esos casi 300 metros por el subsuelo. Con todas las explicaciones anteriores, llega el momento de ver el lugar, el tajo en el que se metían a trabajar tumbados durante horas, cómo funcionaba un martillo picador o probar a comunicarlos por los llamados genéfonos, que era por lo que hablaban en el interior de la mina.
Una auténtica experiencia que impacta por toda la historia que contiene y con la que se aprende mucho.
Si queréis ampliar, en la visita de tres horas también podréis visitar el Poblado de Diego Pérez, el economato y una colección de fósiles, aunque la de dos es ya muy completa.
Podéis consultar más información en la página web de Pozo Julia.